jueves, 26 de junio de 2025

Un hallazgo perdido entre otros hallazgos: Negación.

 


La negación puede ser consciente, pero casi siempre, en mi caso, fue inconsciente. Funcionó bien, como un  minucioso mecanismo de defensa. No me refiero a la negación de algo que se sabe, sino a la negación de algo que cuesta admitir hasta el punto de dejarlo en el sopor de lo no-elaborado, de la in-materialización. 

Si tuviese que escribir todo lo que he negado, pretendido ignorar, llenaría tomos enteros; es lo mismo que hablar de los errores de los que no me gusta hablar o edificar un blog secreto. 

El deseo, la necesidad, la vergüenza; en muchos casos negar no es más mentir que complacer. 

Negar que me siento mal por cierta forma de vivir; negar que no sé cómo cambiar y que a veces necesito ayuda; la espectacular e indulgente parafernalia del Rock me permitió negar, y en las noches en que corrí mis fronteras ético-morales, estomacal-mentales, alcancé a aferrarme de la mano de algún Baudelaire alcahueta, estudiante de Filosofía y Letras, capaz de recordarme aquel ensayo rico en motivos para perdonarme. 

Negar impide crecer: al asumir, al frenarse, detenerse y contemplarse logra uno reconocerse, admitir, y solo así podremos valorar si es necesario corregir, o si corregir es ir en contra de la desviación fértil. Hay que hacerle correcciones a la corrección: ¿Qué ego corrige a cuál? ¿El cuarentón al veinteañero?  

Este es el trabajo que implica elaborar la angustia y hay que ser compasivo con uno sin incurrir en la autocompasión.
El límite es poroso: veo cualquier foto mía y veo negación de algo.

Lo que siento y niego no tiene la gravedad de lo necesariamente real: si lo expreso, puedo matizar su valor de verdad. 
Por ejemplo, ¿niego mi ira? Ya luego tendré dos problemas: la ira y la estela de corrosión y absurdos que deja la negación. ¿Niego el disgusto y que no tolero a alguien?...un alto nubarrón se alza en el cielo: todo se revuelve en el interior y nos conducimos al síntoma. 

Recordémoslo: es más fácil decir "sufro de depresión-ansiedad-disautonomía" que "soy narcisista". 

Negar es evitar aceptar aspectos de la realidad que me parecen desagradables

Aceptar es dimensionar los fenómenos y además nos permite observar la negación ya no como un ecosistema o modus vivendi sino desde su completa esfericidad: han pasado pocos días y ya empiezo a comprender que, en parte, instrumentalicé el recurso y me acostumbré a negar porque no me adapto tan fácilmente y porque carezco de herramientas de comunicación eficaces aunque en mi mente abunden los discursos.

domingo, 15 de junio de 2025

Smooth

 

lunes, 26 de mayo de 2025

Performativo, realizativo

 


La palabra es la canica que todos los días contemplo. 

Decir "yo te prometo" ya es prometer; decir "yo te juro" ya es jurar; decir "yo te condeno" ya es condenar.
La gramática lo ofrece como "enunciados performativos" o "realizativo". 
Alguna relación encuentro con los koan de la tradición zen. "¿Cuál es el sonido de una sola mano que aplaude?"... así es: el silencio que queda después de esta pregunta, que más que una cuestión cuyo sentido de ser es la respuesta que pareciera completarla, es, precisamente, la incompletud de la rumiación, ser ovillo de lana con el que la mente gato juega. 
Inevitable y agradable me resulta también evocar al centurión que se inclina ante Jesús diciéndole: "una palabra tuya bastará para sanar". 
En lo performativo el verbo es la acción en sí: "te felicito". "Te ordeno".  
Decir "yo creo" ya es crear; pero ojo, romántico corazón adolescente - ya alcanzo a oler tu loción cítrica: decir "te amo" jamás será amar. Ni más faltaba. 

viernes, 23 de mayo de 2025

Que te importe cada acción que lleves a cabo

 


Este semestre decidí dejar de imitar oralidades, dejar de auspiciar la apatía, dejar de ser inercia en la inercia hablando mal, apropiándome de conceptos que consideraba ya comprendidos, y casi que obligatorios para mí, treintañero en condición de docente. De hecho, lo primero fue dejarme de considerar docente; opté por reconocerme como profe. Luego, caí en cuenta de que tal vez debía hablar únicamente mediante términos que sepa explicar con otras palabras, con "mis" palabras. Claro, el trabajo fue una emboscada: de solo impartir cursos de música, pasé a dictar temas relacionados con política, participación, ética, y ciudadanía, cada uno enunciado desde el arte. Este tono, esta forma de hablar tan confusa y críptica, o digamos "académica", fue una especie de atuendo. 
Actualmente, en mi casa sigo dictando clases particulares de guitarra, ukelele, bajo y canto. En este espacio, durante los meses recientes insistí bastante en la voz. Esta dimensión me hizo comprender la extensión de mi experiencia, y en contraste, también, la medida de mi inexperiencia. Para explicar algo de la voz o la guitarra, voy al cuerpo, soy conciso; en resumen: sé explicar. Para hablar de la historia de las ciudades y de cómo estas se vinculan a la concepción de nuestra fisionomía humana, me enredo, parafraseo a Sennett, me paro en el balón, saco alguna palabra mágica que nadie - ni siquiera yo, emisor - la entiende. 
Mediante estos triunfos y fracasos como profe comprendí algo: lo importante es que el otro aprenda, no demostrar que yo sí sé. 
Y ese es tal vez el epicentro de mi angustia: sentirme impostor. Oh, sí: impostor, el traje de moda. 
Para hablar en las Universidades acerca de Arte debo performar. Yo no me formé en esto; conseguí este empleo leyendo y memorizando mucho. De Gombrich a Rosalind Krauss, el tentempié del nerviosismo me fue servido y yo tragué sin masticar: el infierno no son los otros, sino lo que los otros hablan de tu experiencia. 
Entre más te mueves queriendo salir, más te hundes en la arena movediza de la teoría crítica sobre la estética, y el rostro de Benedetto Croce surge como un fantasma vaporoso en el espejo que refleja tu último vaho antes de darle las buenas noches a tu pareja. Son las 11:34 p.m. y llevas desde las cuatro de la tarde intentando comprender a Bourriaud, con el objetivo de consolidar una clase que sea estimulante, resonante. No quieres aburrir a estas personas nacidas en los tiempos de tus primeras borracheras (2005, 2006...)
Igual, solo asisten 3 o 4, pero esto lo haces también por ti.
De ahí, lo que implica desmontar este parloteo construido de -aceptémoslo- robos. Hablar así es vivir a crédito. Lo primero, lo Primigenio, reside en ti mismo: destruye todo lo que creaste y replantea el curso - sigo diciéndome. Hablarás desde lo que entiendo, expondrás tus delirios ante los somnolientos seres que tomaron esta materia por una chispita, por un llamado íntimo, por curiosidad.
Y sí, en definitiva, esa es tu gran labor: cultivar y alimentar esa curiosidad. Que sepan que en el Arte se puede vivir.
 
Bueno... en la próxima clase hablaremos de cómo desmontar el ánimo argumentativo impulsó mi vida desde cierta latencia poética.

miércoles, 16 de abril de 2025

Reflexión del 19 de febrero

 

En sobriedad compruebo más claramente las dinámicas de mi pensamiento.
Un mes sin haber estado ebrio devela los movimientos dentro de esa galaxia interior que he venido llamando mente. Ideas, grandes ideas, anhelos, estrategias de vanguardia: algunas más fugaces que otras, en este urdimbre de pirotecnia y desesperación. Las libretas se llenan; también la sección de borradores de este mail. Pero, ahora pienso, que el alcohol no me ocultaba únicamente este "panorame"; lo que no me dejaba comprender, en lo cual no me dejaba profundizar, es en el estado de alerta y angustia (como de constreñimiento o falta de aire en el pecho) que hacían despertar de un modo tan desordenado cada una de estas ideas. Desordenado e imposible de aprovechar, de asir. Quizá esta forma del comportamiento de mi ingenio surja como reacción a lo que voy consumiendo en internet, o de un modo más preciso y justo, en las redes sociales. Instagram en particular ha cooptado mi conciencia. A veces incluso sueño con mi feed. ¿Tendencia al abuso en el consumo del alcohol? No será mi único problema. 

lunes, 14 de abril de 2025

Un recuerdo con un CD de Guns'

 


Recuerdo el valor desconcertante de los nombres de los integrantes de Guns n' Roses.
La satisfacción de pronunciar cada uno:
El baile sonoro del Stradlin de Izzy. Slash, como un corte que aproxima el significado de la palabra a su propio significante. Duff, y su efe suspirada. Axl de equis lumínica. 
Recuerdo la sintonía que noté con los collages de sus discos, de nombres también sonoros: Use your Illusion, Lies. La seducción fue completa: su estilo, el sonido de las palabras que usaban y que portaban. Cada término irrumpía con la misma agresividad de su ensamble, de esa voz líder, antónimo de lo terso, pero que por momentos lograba cruzar la laguna y volverse suave y nítida en sus registros graves. 
Recuerdo voltear el CD y leer: UZI Suicide. La fantasía del término, de la tipografía: ¿cómo se atrevían a decir eso? ¿Cómo se atrevían a ser sonando así? ¿A sonar siendo así? No me extraña que en Medellín aún los escuchen con devoción: su propuesta sigue "matando a nuestros ídolos" (¿recuerdas la camiseta que usaba Axl?). El sonido de la palabra "suicide" enseña la belleza de lo corrosivo. El destello de agresiva potencia material del óxido, atardecer ferroso, roseta de la piel de los metales que también rugen.
Esa estética me acercó al dolor. Tardé en descubrir que el suicidio no me parece bello. El concepto, como punto de giro o elección de personaje de ficción, estimula las tramas, las distorsionan como solía hacerlo Slash con el claro sonido de las Les Paul, pero me espanta cuando ocurre en el continuo físico - realidad. Solo me atrajo el sonido de su palabra, y no en español, idioma hermoso y propio en la que su "o" final me la acercó a "prepucio" o a "comicios". "Bullicio" también lindó con suicidio e incluso lo explicó de un modo parcial. "Solsticio" me reconcilió con esa forma de cerrar el término.
Recuerdo intentar conciliar el sueño, varias noches de mis 16 años, repitiendo sin canto, sino en susurro, como acariciando una foto-documento del ser amado, este verso:
I'm a sexual innuendo 
In this burned out paradise 
De su valor en la construcción de mi subjetividad tratan algunos episodios de Las Deseo.    

jueves, 20 de marzo de 2025

Hay que calentar, primero

 

El dolor llegó como una visita que desde hacía tiempo estaba esperando. Pensé que sería pasajero, como las visitas, pero se instaló y se quedó como un huésped. Luego comprendí: este huésped es un maestro. No necesito, está de más, temerle: viene a enseñarme aspectos de mi cuerpo. Está alojado en un lugar que no le pertenece a los profesionales que me tratan, sino que es mío, o mejor, soy yo. El dolor está en mí, no en una porción de mi ser. Se manifiesta de un modo que debo esforzarme por comprender, más que el inglés, el alemán, o el mismo español: el dolor y el silencio son nuestras lenguas maternas, maternas porque su amor es incondicional y nos acogen.
El manguito rotador es un conjunto de cuatro músculos, y todos los tendones, nervios y cartílagos que eso implica. Los puntos gatillo son concesiones de tu cuerpo para materializar, volver concretamente palpable, la inflamación que te aqueja.
La mejor forma de sanar cuando aparece su vaga y por tanto misteriosa inflamación es, como ya lo mencioné antes, citando a Jeff Cavaliere, atravesar el dolor en vez de trabajar a su alrededor. Estirar es poetizar desde el movimiento lento, moroso, sin locomoción; el lenguaje de los músculos es la tensión. Así como la metáfora es aligerar la palabra de su función prosaica, tensar sirve para sentir cómo la inflamación recompone la dirección de las fibras, conductos de la fuerza. 

lunes, 3 de febrero de 2025

Siempre pensando en la persona rica que me va a venir a salvar

 

Pintura de Fede FerGärtner

F.:
Estuve leyendo acerca de Toulouse Lautrec; me llamó la atención la opinión de un crítico acerca de la temática de sus pinturas: "ilustró todo lo que era mal visto por la alta sociedad. Lo aberrante" - dice. En ese sentido, pienso que casi siempre el significado de lo aberrante lo dictan las élites. Son las encargadas de comandar el gusto; una suerte de moda de pensamiento, de modus vivendi, de ontología social. Dejo que mi pensamiento se deslice hacia el presente: ¿qué es lo aberrante? De cierto modo los excesos, la bohème ya han sido validados de manera parcial conforme se hizo insostenible e insoportable la doble moral paisa. Lo aberrante no ha de ser necesariamente lo temible; lo aberrante es ahora lo ridiculizado (aunque es natural la tendencia de solapar el miedo en burlas). Y hay muchos ideales que la élite (y en Medellín sí que es fácil y válido hablar de UNA élite) quiere infundir, como, por ejemplo, que es trasnochado un discurso de clase, y que la pobreza es voluntaria. En este orden de ideas (perdón por la fluidez verbal de colegio, pero creo que el conector aplica), el hecho de vivir con los padres, la imposibilidad económica de emanciparse e irse del hogar familiar, no solo implica exigirse en inusitados términos personales, sino que también concede imágenes y escenarios ciertamente bellos, retratos de cotidianidades para algunos despreciables - y sé que hay algo aurático en la piedra que desecharon los arquitectos. Esa independencia (concepto de particular importancia para los latinoamericanos), usual impostación, costoso lujo que jamás termina de pagarse, espejismo habitacional, funciona también como estrategia de mercado; es algo a lo cual aspiramos, aspirando a algo más. Arroja también sus escenarios y sus imágenes, pero ya no contienen el germen de lo aberrante. Mi vida de independiente (independiente latinoamericano del trópico) puede ser desteñida y desabrida, sosa y desangelada, entre roomies que me cuesta tolerar o sosteniendo una relación afectiva desde hace tiempo fallida porque dependo de este vínculo para completar la cuota (las cuotas), pero no hay nada de despreciable en ese trance de costosa ratonera y económicos manjares del D1. En cambio, sea como sea mi vida, mientras persista haciéndola junto a mis padres en este jardín primitivo, seré aberrante, despreciable, inválido, y no precisamente para pocas personas... incluso diré que para la mayoría, entre las cuales podría mencionar, dado lo reciente de sus injurias, a José Gallardo. No nos escucha, no me lee, no va a tus exposiciones pero aún así, chismoso, eh, crítico sarcástico de pueblo, me ataca porque vivo, y convivo, con mis padres. Recuerdo ahora a nuestro querido Osmar y su término: "putipobre". A ti y a mí nos causó desconcierto la primera vez que se lo escuchamos; luego él profundizó para explicarnos: "cuando uno fetichiza los escenarios de la pobreza". Eso revela que la doble moral no es cosa del pasado, además me lleva a concluir lo siguiente: en cierto sentido, el no emancipado no padece de pobreza, sino de una pasma, de un supuesto estado intermedio, de una aparente transición que nunca se concreta sino en los términos de la fatalidad. Vivimos en clave de esperanza y rigor, y eso nos conserva algo infantiles - para algunos - o aún muy juveniles - para los más amables. Y esto me parece que abre las puertas a esa aura estética (en términos de don Walter Benjamin); en definitiva, busca por lo aberrante que te resulte propio y ahí estará la piedra angular, la perla de la ostra. La élite salvífica lo agradecerá unos cien años después porque necesitaba aceptarlo como una de sus dinámicas. 

lunes, 27 de enero de 2025

Cápsula de parálisis

 


Quejumbrar no es quejarse.

Quejumbre no es queja.
Quejumbre y sus derivados son mezcla poética, sumatoria, de queja + umbra, o sea, quejumbrar es quedarse en la sombra de la queja. 
El diccionario es taxativo: "queja  frecuente y por lo común sin gran motivo".
Este concepto forma en la mente una idea del proceder usual del grupo humano en el que durante toda mi vida he desenredado el hilo de la realidad. Y de cierta forma, hacer la realidad es deshacerla, desintegrarla, y el primer paso de este camino de constructiva atomización es renunciar a la tradición de la quejumbre (una conjugación coloquial permite el término "quejumbradera"). 

Voy al analista y le comento mi propósito: nada más hablaré de aspectos positivos, de hallazgos. El desahogo es la caloría vacía de la terapia. La construcción, el acto de colegir, la decisión, serían, en este malabar de equivalencias, variables de las calorías buenas.

lunes, 13 de enero de 2025

6 horas


Subir hasta la cima de la piedra del Tabor. Descansar y, en el sosiego, recordar que las cumbres son instantes. Descender, con temblor de piernas, hasta el potrero primitivo, origen de la aventura y, con los ojos cerrados, ver cómo se van hundiendo en la memoria las imágenes que, como salpicaduras, recién te lanzó cada tramo del camino.

La piedra no se burla pero yo sentí que sí. Sentí vergüenza de ser un típico medellinense en su refinado delirio de maleante; de ser uno más en la danza constante entre intimidar y ser intimidable. Andar a gatas fue desmoronarse hacia lo imprescindible: si lo que algunos llaman corazón es sinónimo de la intención, ¿qué me hizo sembrar allí tanto afán y ánimo de venganza? ¿de dónde tanta comparación? ¿en qué alacena conservaré las medallas que sangró cada pretensión? Formas hay muchas de enlistarse en las filas más agresivas del capitalismo. Te conviertes en soldado a fuerza de créditos y dandismo, y desde los términos menos amables nombras el fracaso. El pánico, naturalmente, será la flor de los golpes que te des a ti mismo.