Pintura de Fede FerGärtner |
F.:
Estuve leyendo acerca de Toulouse Lautrec; me llamó la atención la opinión de un crítico acerca de la temática de sus pinturas: "ilustró todo lo que era mal visto por la alta sociedad. Lo aberrante" - dice. En ese sentido, pienso que casi siempre el significado de lo aberrante lo dictan las élites. Son las encargadas de comandar el gusto; una suerte de moda de pensamiento, de modus vivendi, de ontología social. Dejo que mi pensamiento se deslice hacia el presente: ¿qué es lo aberrante? De cierto modo los excesos, la bohème ya han sido validados de manera parcial conforme se hizo insostenible e insoportable la doble moral paisa. Lo aberrante no ha de ser necesariamente lo temible; lo aberrante es ahora lo ridiculizado (aunque es natural la tendencia de solapar el miedo en burlas). Y hay muchos ideales que la élite (y en Medellín sí que es fácil y válido hablar de UNA élite) quiere infundir, como, por ejemplo, que es trasnochado un discurso de clase, y que la pobreza es voluntaria. En este orden de ideas (perdón por la fluidez verbal de colegio, pero creo que el conector aplica), el hecho de vivir con los padres, la imposibilidad económica de emanciparse e irse del hogar familiar, no solo implica exigirse en inusitados términos personales, sino que también concede imágenes y escenarios ciertamente bellos, retratos de cotidianidades para algunos despreciables - y sé que hay algo aurático en la piedra que desecharon los arquitectos. Esa independencia (concepto de particular importancia para los latinoamericanos), usual impostación, costoso lujo que jamás termina de pagarse, espejismo habitacional, funciona también como estrategia de mercado; es algo a lo cual aspiramos, aspirando a algo más. Arroja también sus escenarios y sus imágenes, pero ya no contienen el germen de lo aberrante. Mi vida de independiente (independiente latinoamericano del trópico) puede ser desteñida y desabrida, sosa y desangelada, entre roomies que me cuesta tolerar o sosteniendo una relación afectiva desde hace tiempo fallida porque dependo de este vínculo para completar la cuota (las cuotas), pero no hay nada de despreciable en ese trance de costosa ratonera y económicos manjares del D1. En cambio, sea como sea mi vida, mientras persista haciéndola junto a mis padres en este jardín primitivo, seré aberrante, despreciable, inválido, y no precisamente para pocas personas... incluso diré que para la mayoría, entre las cuales podría mencionar, dado lo reciente de sus injurias, a José Gallardo. No nos escucha, no me lee, no va a tus exposiciones pero aún así, chismoso, eh, crítico sarcástico de pueblo, me ataca porque vivo, y convivo, con mis padres. Recuerdo ahora a nuestro querido Osmar y su término: "putipobre". A ti y a mí nos causó desconcierto la primera vez que se lo escuchamos; luego él profundizó para explicarnos: "cuando uno fetichiza los escenarios de la pobreza". Eso revela que la doble moral no es cosa del pasado, además me lleva a concluir lo siguiente: en cierto sentido, el no emancipado no padece de pobreza, sino de una pasma, de un supuesto estado intermedio, de una aparente transición que nunca se concreta sino en los términos de la fatalidad. Vivimos en clave de esperanza y rigor, y eso nos conserva algo infantiles - para algunos - o aún muy juveniles - para los más amables. Y esto me parece que abre las puertas a esa aura estética (en términos de don Walter Benjamin); en definitiva, busca por lo aberrante que te resulte propio y ahí estará la piedra angular, la perla de la ostra. La élite salvífica lo agradecerá unos cien años después porque necesitaba aceptarlo como una de sus dinámicas.
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