El dolor llegó como una visita que desde hacía tiempo estaba esperando. Pensé que sería pasajero, como las visitas, pero se instaló y se quedó como un huésped. Luego comprendí: este huésped es un maestro. No necesito, está de más, temerle: viene a enseñarme aspectos de mi cuerpo. Está alojado en un lugar que no le pertenece a los profesionales que me tratan, sino que es mío, o mejor, soy yo. El dolor está en mí, no en una porción de mi ser. Se manifiesta de un modo que debo esforzarme por comprender, más que el inglés, el alemán, o el mismo español: el dolor y el silencio son nuestras lenguas maternas, maternas porque su amor es incondicional y nos acogen.
El manguito rotador es un conjunto de cuatro músculos, y todos los tendones, nervios y cartílagos que eso implica. Los puntos gatillo son concesiones de tu cuerpo para materializar, volver concretamente palpable, la inflamación que te aqueja.
La mejor forma de sanar cuando aparece su vaga y por tanto misteriosa inflamación es, como ya lo mencioné antes, citando a Jeff Cavaliere, atravesar el dolor en vez de trabajar a su alrededor. Estirar es poetizar desde el movimiento lento, moroso, sin locomoción; el lenguaje de los músculos es la tensión. Así como la metáfora es aligerar la palabra de su función prosaica, tensar sirve para sentir cómo la inflamación recompone la dirección de las fibras, conductos de la fuerza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario