lunes, 27 de enero de 2025

Cápsula de parálisis

 


Quejumbrar no es quejarse.

Quejumbre no es queja.
Quejumbre y sus derivados son mezcla poética, sumatoria, de queja + umbra, o sea, quejumbrar es quedarse en la sombra de la queja. 
El diccionario es taxativo: "queja  frecuente y por lo común sin gran motivo".
Este concepto forma en la mente una idea del proceder usual del grupo humano en el que durante toda mi vida he desenredado el hilo de la realidad. Y de cierta forma, hacer la realidad es deshacerla, desintegrarla, y el primer paso de este camino de constructiva atomización es renunciar a la tradición de la quejumbre (una conjugación coloquial permite el término "quejumbradera"). 

Voy al analista y le comento mi propósito: nada más hablaré de aspectos positivos, de hallazgos. El desahogo es la caloría vacía de la terapia. La construcción, el acto de colegir, la decisión, serían, en este malabar de equivalencias, variables de las calorías buenas.

lunes, 13 de enero de 2025

6 horas


Subir hasta la cima de la piedra del Tabor. Descansar y, en el sosiego, recordar que las cumbres son instantes. Descender, con temblor de piernas, hasta el potrero primitivo, origen de la aventura y, con los ojos cerrados, ver cómo se van hundiendo en la memoria las imágenes que, como salpicaduras, recién te lanzó cada tramo del camino.

La piedra no se burla pero yo sentí que sí. Sentí vergüenza de ser un típico medellinense en su refinado delirio de maleante; de ser uno más en la danza constante entre intimidar y ser intimidable. Andar a gatas fue desmoronarse hacia lo imprescindible: si lo que algunos llaman corazón es sinónimo de la intención, ¿qué me hizo sembrar allí tanto afán y ánimo de venganza? ¿de dónde tanta comparación? ¿en qué alacena conservaré las medallas que sangró cada pretensión? Formas hay muchas de enlistarse en las filas más agresivas del capitalismo. Te conviertes en soldado a fuerza de créditos y dandismo, y desde los términos menos amables nombras el fracaso. El pánico, naturalmente, será la flor de los golpes que te des a ti mismo.

jueves, 2 de enero de 2025

Libera tus manos

 


Hablo de esto de un modo tan frecuente, que me asombra no haber escrito al respecto. Quizá sí lo hice solo que no logro ubicar la entrada en este blog, o el boceto en mi lista de borradores. 
Sea como sea, prefiero ser breve: cuando era niño, perdía tiempo viendo televisión, pero esta forma de derrochar las horas me permitía conservar la libertad de mis manos. Este vacío lo llené con la guitarra. Entonces el panorama era el mismo todos los días: un niño rasgueando, casi acariciando, desatendidamente, la guitarra, de frente a la única luz encendida, el televisor. 
Esto me facilitó comprender la mecánica del instrumento, sus posibilidades tímbricas; luego, aprender acordes, solos, patrones rítmicos, me resultó más fácil pues ya había incorporado esa cómplice y ruda mezcla de cuerdas, maderas y espacio acústico.
Ahora, en la actualidad, la mayoría perdemos tiempo ocupando no solo la mirada, la atención y el ánimo - como con la t.v. - sino que además ocupamos con el celular nuestras manos, tal vez el ícono más apropiado para describir nuestra evolución - específicamente, por el pulgar retraído. A mis estudiantes siempre les recomiendo lo mismo: procura perder el tiempo acompañado de tu guitarra, tocándola. Tocar tranquilamente, tocar con tacto, es tal vez la mejor forma de ganar camino en su aprendizaje, y la principal manera que se me ocurre para demostrarles que será ella una aliada en el sentido de que, aprenderla a tocar, a tocar bien rico, labrará el camino hacia tu liberación de este sentir, a veces claustrofóbico, de estar encerrados en los contornos naturales de la vida. 

La guitarra es a mí, lo que el opio para Cocteau.