martes, 22 de octubre de 2024

Paranoidiatriba

 


Sobre mí recaen sus acusaciones, estertores de una fantasía que no me atrajo. Tal vez crea que me conoce solo porque no quise darle lo que de mí esperaba. Jamás prometí algo para que me diera más. Lo que me dio, de hecho, no lo recibí. Lo dejé por ahí, puesto entre las páginas, a manera de separador en algún libro al que no sé si vuelva. Sin evasión no habría podido vivir tan superficial y diversamente como yo (mi yo de ese entonces) quería vivir. 
Quería deshacerme en placeres de mi sueldo. 
Gastarlo, usarlo para desahogar la tensión: la promiscuidad fue mi manera de lidiar con el estrés, con la falta de aceptación, con los otros rechazos: deseaba y no buscaba un reemplazo; modelé frankensteins con otros cuerpos intentando lograr construir ese cuerpo que amaba y que no cedería. Fui cruel al calmar la sed de A, con muchas otras letras. Quería la fama, la temprana fama,  pero mi hermosa juventud fue austera en ese sentido. Borges me consoló con su "ápice", aunque en este poema advierta que no debiera consolarme en lo ya escrito.
Sed de A aplacada con D, con P, con R.
La técnica también es un método creativo.
E, S, T, K.
Acepté el hecho de que muchas otras personas estuvieran presas de la manía, de la falsa creencia que dicta que la mejor manera de asimilar el deseo, de liberar esa preciosa energía, es el sexo. 
Me tomé personal el deseo que desperté en otros. 
L, X, F, J.
La paz para mí es descubrir que no hay mérito alguno en ser deseado; esto último me lo enseñaron la madera, las flores, los periquitos; todo eso que por pasión se arranca.
No obstante no seré uno de esos que se empeñan en degradar la pasión, en volverla patología, en acusarla con ínfula sociológica: "me estás volviendo objeto". La respuesta natural a ese señalamiento sería: ¿crées que a mí me seducen los objetos?... ah, también estás habitando esa decisión.
A... A.

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