Los escritos que conforman este blog, en su mayoría, son parte de un estado transitorio. Es decir, son comentarios en torno a una idea que luego, casi siempre, he de desarrollar a manera de canción o de cuento. En ese sentido, muchas de estas entradas son comentarios, enunciados: así, me observo observar. También, en este sitio he venido logrando un archivo. Y lo valoro. Los detonantes que aquí tienen lugar no siempre son visibles en el cuento final, en el coro que entonan las personas que se acercan a mis canciones.
Es un espacio donde me descargo y en el que la percepción adquiere la gravedad del acto de habla.
Por ejemplo:
La noticia de la captura de Puff Daddy (quien no sé ahora cómo se hace llamar) me parece que es sintomática de un mercado como el del rap. Pienso en el "delirio de maleante" que impulsa a una gran cantidad de artistas inscritos en este género. Sucesivamente, pienso en la industria musical de Medellín, y en el subsecuente delirio de maleante que permea diversos diálogos locales: el vivo vive del bobo, ¿no? Los famosos apuntes del tal llamado Don Pepe Sierra; la figura mitificada del capo; la exigencia implícita de que todos los hombres debemos ser empresarios, la cual ahora resuena más debido a las malas condiciones en que seguramente nos... ¿pensionaremos? La elucubración ahora me conduce a pensar en la manera como la industria de acá imitó a la de allá. O sea, cómo se relacionan los nombres del espectáculo musical de los grandes números locales, con las mañas maleantes y mafiosas. Camionetas blindadas, esquemas de seguridad, derroches, y la música como plataforma de la exposición de un lifestyle que es modelo de venta y configuración del nuevo prestigio, lo cual no deja de salpicar el hacer lírico de misoginia y clasismo.
Mi pensamiento se desliza al reciente asesinato del Dr. Velásquez. Lejos de pensar que P. Daddy haya tenido algo que ver, pero, en vista de la manera como hemos copiado sistemas, ¿será que aún podemos confiar en la inocencia de esas figuras titiritescas de pelo tinturado que llenan el aire con su bullicio y sus mensajes?
Otras imágenes se ciernen sobre mi sensibilidad: hace algunos días Dave Navarro soportó en escena el ataque de su compañero, Perry Farrell. La vulnerabilidad que se experimenta en un escenario no tiene par. Vi cómo a Dave le temblaba la mano y sentí por él una compasión inusitada. Lo vi como jamás lo había visto: por primera vez, vi lo hermoso que es. Su mano de artista, ejercitada con la precisión que su fino hacer requiere, en trémulos espasmos de pavor, respeto y tristeza. "What?", se le ve preguntar, el mismo fin de semana en que yo me pregunté, "what?", cuando vi el poder batmánico de Israel para hacer explotar en simultáneo miles de beepers y walkie talkies. Las noticias lograron sacarnos del tema, pero el miedo se alojó: cruzada esta línea, ¿qué se sigue? Supuse que la desintegración de las Instituciones vendría a través del arte, no del barbarismo.
Ya es claro: el próximo terreno que aspiran colonizar es nuestro optimismo.
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