miércoles, 27 de diciembre de 2023

En condiciones



Me las repito como si fueran mantras: "Esa etapa de la vida en la que uno cree que la vida está compuesta por etapas". También: "es fácil confundir la dignidad con el orgullo". Estas dos ideas, estos dos mantras, lejanos de ser axiomas son reactivos que agitan casi cualquier otra reflexión. Hoy, durante el más reciente semestre, ha sido el turno para hacerlas reaccionar con el tema de la procreación. El tema ya lo traté en esta entrada. Este texto solo le suma otra reflexión, la cual no quiero ubicar en la línea de una conclusión. Principal y ágilmente, quiero destacar dos asuntos: 

UNO.

Los discursos de posesión de capital ya están por encima de la verdad (digamos capacidad) del cuerpo. "Solo -tendré- hijos si tengo el dinero suficiente", me he escuchado diciendo. La frase resulta complicada por varios motivos:

- Un hijo (o hija) no se tiene; se concibe.
- Un hijo es la suma de dos partes: no es, no debe ser, fruto del solipsismo.
- ¿Cuánto dinero es suficiente? ¿"Acerca de la bio - gentrificación y otros ostentosos títulos académicamente prescindibles"?

El por qué no quiero procrear es un impulso, un pensamiento de negación, que contradice mi posibilidad física. Lo organísmico en mí es procrear; lo civilizado, abstenerme, ser infecundo, vivir de pajazos mentales, de anticonceptivos y espermicidas. Pienso ahora: ¿es igual a matar? y me respondo con otra pregunta (como buen seguidor de Artl): ¿es el asesinar un impulso tan natural como el de procrear? La civilización, la cultura perdida en sus definiciones, es candado en el testículo y a la vez opio tranquilizante de 528 hertz.
... igual, al final, por más convencido que hoy esté, sabré que el cuerpo podía, así mi ideas y mis extractos bancarios me lo hayan impedido. Miraré el pasado a través de los lujos materiales, de los paisajes-menú de la soltería no paternal, y en vez de un árbol me veré como una garita de peaje. "Viajemos, viajemos, mi querida; busquemos con quien dejar a nuestras mascotas, para huir de ese impulso que ambos sentimos pero que a fuerza de discursos, de retórica anti vital, lograremos mantener en control hasta cuando seamos estériles, y nuestros genitales se conviertan en una mesa de noche, rodeada de extensiones eléctricas que van a parar a tomacorrientes dañados". 
...esa etapa de la vida en la que uno cree que la vida está compuesta por etapas...

DOS.

Me lo digo a cada rato: "Sería egoísta tener un hijo. Lo concebiría para mí, según mis necesidades, sin consultarle, arrebatándole la nada, además lo arrojaría a condiciones sociales cada vez peores". Así, suelo caer en el error de creer que el cobarde es prudente y además menos egoísta que aquel que toma el riesgo. El egoísmo suele confundirse con prudencia, y la imprudencia con egoísmo. Como si fuera posible no percibir el mundo desde nuestra esencia: incluso la empatía es un valor, un juicio que surge desde nuestra experiencia, desde nuestra conducta. Puedo tener la sensibilidad y la imaginación suficientes como para dimensionar lo que la otra persona está viviendo, pero no puedo reproducir en mí exactamente esa vivencia ni los vestigios emocionales en el ser de ese otro ser. 
Pero aún obro como si con mi descendencia sí pudiera... 
"Las buenas condiciones de vida" que deseo para esa criatura, son la primera condición a la cual la someto (fatalmente, hasta ahora, y sin que dependa de él o de ella). Las buenas condiciones de vida no son solo para esa criatura, las anhelo para mí, para hacerme más fácil la dura tarea de la crianza, para poder dormir, para no temer ante el ombligo azul, ante las lenguas de fresa, ante esos ojos que apenas empiezan a entreabrirse. 

La conversación podría cerrarse fácil aunque fastidiosamente con una sola respuesta: "no quiero concebir hijos porque soy un cobarde egoísta dispuesto a contradecir mi naturaleza fecunda, día tras día, a pesar del amor que he sentido por la vida y por las mujeres con quienes he compartido, a fuerza de discursos cada vez más rebuscados y supuestamente devenidos de una presunta toma de conciencia ante la decadencia social y cultural en que vivimos, y a cambio de gustos y placenteras estancias individualistas que me doparán y me impedirán sentir ese malestar". 

Pero, y debo decirlo, la conversación, internamente, no se cierra ahí.
Para ser dignos debemos dejar de ser orgullosos: un hijo, una hija, vendría a modificar mis significados. 
Pero ...es fácil confundir la dignidad con el orgullo...

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