sábado, 29 de febrero de 2020

Hábito: observar la mente.


Se formó (formé) en mi mente un pensamiento absurdo e irracional. Lo agarré con la conciencia, con mi ánimo de raciocinio, y lo diseccioné. Este se enarbolaba a partir de lo siguiente: estoy dictando una materia que yo mismo cursé en el año 2011. La estoy dictando un año y medio después de haber empezado a dar clases. Cuando la cursé me faltaba un año y medio para graduarme. Esta equivalencia de medidas me hizo pensar que si empezaba a contar hacia atrás, sabría hasta cuando estaría dictando materias en un futuro. Iba a hacer la cuenta y me detuve: observé. “¿Con qué sentido hago esto? ¿De dónde deriva esta idea irracional?”, me pregunté.
La respuesta fue inmediata, casi sin letras ni palabras: “incertidumbre”; y sí: este es un método para hacerme comprender qué días estoy viviendo desde una abstracción, una idea imaginaria. Es un análisis mental haciéndose pasar por observación rigurosa. Es querer equiparar para comprender, en vez de mirarme directamente, comprender mi temor y mi desorientación con respecto a los tiempos que estoy viviendo. Saber que los años, los días, los minutos no se repiten. Que soy responsable de los escenarios personales futuros. El tiempo es constante, un éxtasis incesante que no pasa: el único sistema permanente es la transformación, y de ahí surgen todas estas ideas, todos estos intentos en busca de una creencia dónde reposar, todos estos cálculos mediante los cuales quiero comprender el inasible presente.

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