domingo, 23 de febrero de 2020

Dos ideas de turista.



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Hay quien califica de "basura" a ciertos objetos. 
Esos objetos están ahí porque de alguna manera han sido proporcionados por la naturaleza. Nosotros, o mejor, algunos escasos miembros de la crecida comunidad que somos como especie, han sabido extraerla, transformarla.
Todo objeto contiene energía. Todo objeto es natural. Una bolsa de plástico dentro del estómago de una ballena. Una bala en el fondo de un río. La lata que hemos dejado vacía.
No existe lo inerte: tal vez sí lo tóxico (en ciertos contextos). Sin embargo todo está en perpetuo cambio, en continuo movimiento, por imperceptible que sea.
Ahora mismo, dos átomos se están rozando cerca de tu oído izquierdo.
Sé que algún día nos cansaremos de tantos objetos.
El planeta no está hecho para ser un archivo ni una bodega.
La materia prima usada para crear un libro, un disco, un carro nos parecerá un derroche. Un abandono. Además, nos daremos cuenta de todo el peso y el espacio que ocupan.  
Una moneda de 1991, la camiseta que ya ni de pijama sirve.
Todo se encuentra en ese lugar mágico que ahora nosotros, los primitivos del siglo XXI, llamamos basureros.  La silla vieja de un avión. Un motor de moto. El paquete de aquel condón que usaste.
El envase del esmalte que usaba tu abuela. Todos los cepillos de dientes de todas las personas que te han gustado a lo largo de toda tu vida.  Somos una especie cometa, dejando una estela de objetos detrás de nosotros.  La energía de los muertos sigue ahí, abandonada, quieta entre la brisa densa de los basureros.
Creo que algún día seremos más ligeros; más cercanos a escribir en la arena y en el aire, que a grabar huellas en la piedra. Quisiera poder ver cómo seremos en cinco mil años.

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Estoy acostumbrado a vagar en los centros comerciales. Allí cada entorno está cuidado, protegido, utilizado. Se trata de crear experiencias para los usuarios.
Esta costumbre estructuró mi pensamiento.
En la calle, o mejor, en la intemperie no es así. La ciudad es una dimensión que depende de las horas. El clima, por ejemplo, no es un desarrollo, ni una experiencia creada. Es una forma de la naturaleza. Pensando de este modo, cuando viajo, me siento en casa. Visitando diversos lugares de un mismo cuerpo: algunos son cálidos, algunos extremadamente fríos.
La idea es saber estar en casa al encontrarnos en la intemperie.


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