1.
El siguiente texto es un boceto, una reacción a la deriva.
Una emergencia - imprecisa - hace que se detenga la obra y que se enciendan las luces del escenario. Luce ahora desangelado, con los andamios expuestos, pero en semejante sencillez se presiente la importancia de esta pausa. Más que una interrupción, es un énfasis: la escena se podrá nutrir de este acontecimiento.
Todo empezó con un balbuceo de diván:
- "Fetichizización... no sé si esa palabra exista".
- "Fetichización, sí. Sí existe".
Salí y la googlié. Lo primero que hice fue precisar su sonoridad, sus sílabas, su silueta.
Luego me encaminé por otras búsquedas relativas: fetichización, fetiche, fetichismo.
Esta averiguación fue un vértigo: llegué así a un camino trazado por semáforos verdes, uno tras otro.
2.
Según la RAE, "fetiche" es:
"Ídolo u objeto de culto al que se atribuyen poderes sobrenaturales (...)"
Pensé en la Gibson Les Paul, en la Fender Stratocaster, en el Fender Jazz Bass, en los Converse, en los cuerpos. En Michael Jackson, en Prince, en la atmósfera que rodeó a Julian Casablancas, en el hecho de tener a Cerati a un metro de distancia, en las personas producto de la sociedad del espectáculo, en mi banda Las Deseo. En los museos, en la cosmogonía de Salvador Dalí, en el mantra del que me valgo para meditar, en los dispositivos culturales. En la paloma blanca de la paz, en la lechuza blanca de la muerte, en los anillos de compromiso, en el Blue Label ("elissir"), en los mensajes y las fotos que no somos capaces de borrar, en un par de canciones.
No encontré en mí algo que no estuviera activado por el mecanismo del fetiche.
De hecho, el mismo diccionario de la RAE contiene algo de fetiche al ser esa supuesta autoridad del idioma. Es un libro mágico.
3.
Fue impactante tal serendipia.
¿Acaso mi vida, todas mis creencias, están fundadas en el fetichismo?
La certeza se enfrentó a una primera resistencia, pero esa resistencia se transformó en resignación: a muchos nos enseñaron a ser católicos por medio del fetichismo; prendemos velas para elevar nuestro ánimo; los paisas sabemos que una camioneta blanca polarizada o un Rolex sí que tienen poderes mágicos; los músicos emergentes comprendemos la fuerza del chulo azul de verificación en las redes sociales.
El fetichismo, a su vez, la RAE lo define como "culto de los fetiches". También, otra definición es:
"Desviación sexual que consiste en fijar alguna parte del cuerpo o alguna prenda relacionada con él, como objeto de la excitación y el deseo".
De esta última definición, me fastidió el término desviación, ya que contiene el juicio, libera esputo, señalamientos y acusaciones sobre dinámicas relacionadas con el juego, la seducción, el trato tierno, la inventiva en la manifestación del cariño. Sin llevarlo al extremo de las perversiones, ¿qué define que tal preferencia, que tal acto sea o no una desviación?
¿Qué define la rectitud de la línea en el ámbito sexual?
¿Qué sería entonces una sexualidad absolutamente libre de desviaciones? ¿Qué, en el ser humano, no es una desviación del deber ser y del deberías?
4.
No dejo de presentir las penumbras: me he ofrecido como fetiche y he amado a mujeres a quienes he fetichizado, aunque comprendo que no todo deseo ha sido marcado por la mecánica del fetiche.
Sé de personas que se afanan por tener pareja porque les encanta la sensación de ser infieles. Ser promiscuas sin pareja no les gusta tanto - según cuentan.
En lo personal y específico, ¿qué no es un fetiche? ¿En qué momento no me ofrezco a través de este mecanismo? Parece difícil saber andar a lo largo del filo: algunas mujeres me han confesado su deseo en comentarios que fácilmente podríamos considerar fetichistas: le gusto porque soy alto, porque soy pálido, porque leo y escribo y me les parezco a un vampiro (este comentario lo hacen a manera de elogio...); les gusto porque ven en mí algo de inteligencia y sensibilidad; porque toco bajo, guitarra y canto... y en esta interpretación que surge de la fetichización, mi obra se ve banalizada. En el juicio del otro se ubica mi hacer dentro del marco de un pavoneo, y pues no: si escribo y compongo y canto y me muevo en escenarios, no es para "valorizarme" como objeto mágico: lo hago para sentirme completo. Es un gusto, profundo y grave, como el de respirar.
Quedo pensando ahora en algo, de momento, para mí, inefable: la relación entre prestigio, prestidigitación y fetiche. A esto se suma una pregunta menos excesiva y turbia, aunque ciertamente lúdica: ¿se puede ser humano sin ser fetichista?
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