El hábito de observar mis pensamientos me ha llevado a reconocer mi tendencia
a urdir discusiones imaginarias, sobre todo en las horas de la mañana. Casi
siempre, en estos espacios, respondo a las agresiones que en su momento me afectaron
hasta hacerme quedar callado o asentir de manera resignada o sonreír
falazmente. Cuando vuelvo a ellas, en la discusión que imagino, hiero, devuelvo
la agresión. Por ejemplo, con cada día que pasa, es más probable que me acusen
de padecer el síndrome de Peter Pan. Consciente de lo que esto quiere decir, de
la clase de principios que mueven a los teóricos que desarrollaron este
supuesto trastorno, de las conductas y hábitos de consumo que privilegian, en
mi mente encaro no sin agresividad estas acusaciones que me hacen y que son en
extremo violentas. Puedo pasar varios minutos puliendo la piedra, buscando la manera más efectiva y fatal de ser hiriente
con mis argumentos. Finalmente, la pelea se va desintegrando pero el ánimo de
lucha, la sensación de alerta, la energía agresiva quedan en mí y se demoran
varias horas en irse.
Es entonces cuando el hábito de observar mis pensamientos me ha
permitido darme cuenta, con prontitud, del momento en el que las turbinas se
prenden e inicia la pelea.
Así he aprendido a detenerla, a detenerme. Miro a mi alrededor y
reconozco lo que hay, lo que he construido, con mi trabajo, con mis actitudes,
con mi manera usualmente cordial de tratar a los demás. Luego, los pensamientos
se desvían en otra dirección, a veces hacia otra pelea, y vuelvo a encausarlos
hacia otros ámbitos, hacia otras sensaciones. Presiento que antes estaba apegado
a este tipo de conflictos porque creía que constituían el mejor nutriente de mi
escritura, pero Kawabata, Camilo Suárez, entre otras presencias, me han
enseñado que no tiene por qué ser así.
También existen los conflictos amables.
Algo más: al leer a Jaron Lanier supe que los mecanismos de
interacción que facilita el internet, están diseñados para alimentar esta
agresividad, estos soliloquios llenos de conflicto, nuestro trol interior. Por
eso prefiero no usar el celular sino hasta después de desayunar, unos pasos
adelante en la jornada, y no recién me despierto, estando aún entre las
cobijas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario