miércoles, 22 de julio de 2020

Si consumes mucha música de manera gratuita, eres un inconsciente egocéntrico (como todos nosotros).

La música es importante, pero ya muy pocos pagamos por ella. YouTube, Spotify, entre tantas plataformas, convirtieron a la música en un bien gratuito, o de muy bajo costo. Interpretarla, desde las cuerdas de la guitarra, es más costoso que cualquier suscripción mensual. A muchos les parece correcto, liberal, beneficioso; a otros, no les parece que esté bien, pero siguen consumiendo muchísima música de manera gratuita. A mí me parece realmente injusto porque es una devaluación del arte, y el hecho de que ahora sea gratuita afecta su creación, su producción, y somos muy pocos quienes seguimos invirtiendo millonadas a cambio de nada. La dirección del viento indica que nada va a cambiar, y más cuando hemos acumulado un poco más de 20 años de gratuidad. Los intérpretes y compositores noveles somos débiles, temerosos, limosneros de atención. Dejamos de amar la música, y optamos por soñar con hordas de estadio que coreen nuestros mediocres y monótonos coros efectistas. Hay varias opciones: renunciar a la idea de grabar y volcarnos a la calle, a los pasos viales, y cantar a los transeúntes, y volver a hacer de la música un acto único cuyo registro no debe ser obligatorio, y cuyas ganancias sean inmediatas, de moneda en moneda, de billete en billete. Otra opción, entre tantas, es generar conciencia en las personas por medio de campañas y propagandas y darles a comprender que no se merecen todo (que ninguno de nosotros se merece nada…) por el hecho de tener acceso a internet. Este fenómeno de Spotiy y de YouTube, y de libre acceso a la música de autores contemporáneos, es producto de una visión egocéntrica, de creer que el mundo nos debe algo. Y sí: ya la música es gratuita, como la pornografía, y mientras la consumimos en nuestros dispositivos móviles, estamos generando data, trabajando, sirviendo a los intereses de Google God. No se nos olvide que, a pesar del irregularizado y empobrecido consumo, grabar las canciones, las obras, cuesta tanto, exige tanto, como elaborar quesos madurados, o producir vinos. Tal vez en parte también sea actitud de nosotros, los músicos: nuestro empobrecimiento deriva de querer aglomerar, en vez de saber llegar a esos tal vez pocos que nos necesitan. Acumular views y followers (como si todos debiéramos ser Queen o Shakira), en vez de conmover a quienes con nuestra música somos capaces de conmover. Seguir la corriente y dejar de creer que la música es uno de los mayores lujos y que somos fundamentales para la construcción de identidad: la falta de autoestima nos llevó a esto. Hacer algo no es tan difícil: Seda, la obra de Alessandro Barico, particularmente la edición ilustrada por Rébecca Dautremer no se consigue gratis en ningún lugar. Es una edición de lujo y, aún así, es un libro que se vende por montones: las disqueras debieran aprenderle a las editoriales: los músicos a los autores.

2 comentarios:

  1. Alguien está pagando algo por todo: nada es gratis. (No hablo de las cuentas premium de dichos servicios) Veo una simbiosis complicada del autor (de música, cine, literatura, fotografía, etc) al vivir de su arte. Creo que bien preferiría que todo el arte fuera gratis y no hubiera especulación ni comercio del arte, ni burbujas de inversión; Hay quienes compran pinturas, fotos o libros, vinos, artículos antropológicos y hasta piedras espaciales con el objeto de venderlo luego por precios exagerados. Es el comercio del comercio que no importe mucho el artículo comercializado. Qué valor se le da a la obra del autor con la exclusividad de una reproducción? El estar en un momento de remolino emocional para no solo disfrutarlo desde la calma sino asirme a él como si de eso dependiera el no ahogarme confieso que es algo que me ha potenciado el consumo del arte (y de cierta forma el modelo colonialista reforzado por los paises del trópico de cancer y su vivencia tranquila a expensas del hemisferio sur de cierta forma sí me acerca más a ese necesitar el arte para sobrevivir, aunque no me permite tiempo de disfrutarlo porque me clava a horarios exagerados para poder sostener su modelo capitalista). No sabría decir si es falta o exceso de autoestima de alguna de las partes auqne sí creo que hay un sentimiento propagado de propiedad del pasado, presente y futuro que veo en varias generaciones.

    Ya de forma más personal puesto que no me veo con sapiencia para emitir juicio sobre quienes pagan o no pagan por disfrutar música o quienes pagan o no pagan por el privilegio de crear música y no arar la tierra: Primero voy a pescar y tal vez mientras pesco cante. No cobro por mi canto como no pago por mi pez. Pagué por mi barca, pero si debo hacer fuerza y resoplar para tirar la red y al hacerlo dejar de cantar, lo hago y guardo balance para no caer al agua. El canto es en realidad una venia al agua para pedirle perdón y agradecerle por darme peces, es lo menos que puede hacer uno.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. te agradezco por leerme y responder. Me parece precioso tu punto de vista. Me hace volver al texto con nuevos ojos. Con renovado interés.

      Eliminar