jueves, 29 de marzo de 2018

Conserva tu oído: Sobre la publicación de ayer

(Foto por June Juno)

“En la soledad he visto muchas cosas claras que no son verdad” Machado.

Terminé la anterior publicación refiriéndome a la prevención que lidio picándola menudita con el filo de mi naturaleza.  Lo escribí al mediodía, antes de almorzar y salir. En esa salida pasaron cosas. Sucedieron. Me encontré con dos mujeres; fueron dos encuentros diferentes. Uno a las 3 y otro a las 8. Llegué conmovido e inspirado. Fue reconocer el significado de una premisa consabida: las experiencias nos van formando; no sólo nos forman: nos van formando.

Por hábitos o círculos sociales, me allané en un mismo entorno. Un único grupo social. Una predecible serie de comportamientos. Las relaciones que viví confinado en esos muros que yo mismo hice altos, me hicieron creer algo que escribí y publiqué. Recuerdo sentirlo profundamente. Meditarlo. Entenderlo. Lamentarlo. Pero ayer en la tarde, descubrí que lo que yo juzgaba de filo no era otra cosa que conciencia, entendimiento. Y para mi tranquilidad, así contradijera mi opinión, evidencié que estaba generalizando pobremente las relaciones amorosas. 
Es imposible transferir lo que uno sabe, pero más posible es hacerlo ver.

No sé qué se siente actuar por instinto de supervivencia. Y estas mujeres sí. Por sus relatos fui comprendiendo el origen de sus decisiones. El miedo, la incertidumbre y los sobre esfuerzos no hicieron que dejaran de ser jóvenes, hermosas, idealistas, y esperanzadas. Vi en ellas el rostro de las almas "esforzadas" (valiéndome del concepto de Aristóteles). En algún momento tuvieron que trabajar sin pleno convencimiento, no resignadas sino comprometidas con vivir. 

- Mi filo…. – pensaba ante semejantes destellos de sables ágiles.
- Están en su planeta – reflexionaba.

Su sabiduría, su conciencia, su entendimiento, su filo, han sido forjados con rigor a fuerza de experiencias, de riesgos, de errores y aciertos. No se expresan citando a nadie. Sus ideas son conclusiones a las que llegaron mirándose la cicatriz que una vivencia les dejó. Hablan de perdón sin moralizar. Aman el mundo porque son parte de él.
Yo me concentré en escucharlas. Presentía que no tenía absolutamente nada más para darles.


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