En el momento de crear determinado personaje o determinada
acción, lo importante es lograr que aparente ser verosímil más que real. O sea,
no intentamos que parezca real si no “creíble” dentro de cierto contexto.
Superman o la dramática intervención médica del film "Face/Off", por ejemplo. Ahora bien, en el momento de los diálogos de un guión, para lograr tal verosimilitud he debido aprender que en nuestra cultura el
silencio no es muy respetado y que pocas personas atienden al sentido de cada
palabra, o grupo de ellas, que han de pronunciar; hay muletillas, ruido
nervioso y palabras que sobran, y entre tales, es que ambicionamos
transmitirnos un mensaje. A veces, esto lleva a que hablar no represente acción
alguna, sino solamente eso: hablar. Saludarse, despedirse, quererse,
informarse. Sin preguntas hay respuestas, nos decimos pequeñas e inofensivas
mentiras a manera de favor. Nuestra rutina se mantiene en procura de evitar ese
silencio que usualmente no sabemos manifestar
y el cual nos lleva a preguntarnos: ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás serio? ¿Por qué
tan callado? ¿Todo está normal? Y en el fondo de estas preguntas palpita una
súplica y un control. No queremos que pase
nada y se habla muchísimo para que cuando necesites verdaderamente expresarte, ya no
quieras hacerlo.
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