miércoles, 11 de junio de 2014

Pregunta, respuesta e interpretaciones


De por sí, la pregunta incomoda porque no está del todo bien planteada:

-        ¿A qué te vas a dedicar? Suelen cuestionarme.

He dado diferentes respuestas, pero para darle valor y fuerza al proceso conjunto con el que en este momento me siento gustosamente comprometido, usualmente digo:

-       No sé a qué me termine dedicando, pero pienso que ya me dedico a la música.

Esto tiene tantos significados como personas hay. Por sus reacciones he empezado a considerar que hay quienes detrás de esta respuesta entienden: “Voy a dedicarme a intentar obtener dinero escribiendo letras de amor, siendo el fiestero de moda, dando entrevistas, enamorando mujeres y mujercitas y llevando un modo de vida holgado y desinteresado”; otros infieren esto: “Acepto libremente mi incapacidad para obtener un empleo de verdad y reconozco mis crecientes y múltiples adicciones, y no será vivir sino menguar, decaer”; otros parecieran escuchar: “Voy a competir con Shakira, Juanes o Carlos Vives pues nadie en este país ha vendido tanto como ellos y sólo debo fijarme en los colombianos pues son los únicos que sirven como ejemplo de vida”; así, he encontrado quienes aseguran que mi respuesta significa: “Viviré de dar clases de guitarra e interpretando canciones de otros en los bares, buscando sitios para viajar haciendo esto, amenizando fiestas y demás reuniones”; no menos despreciativa que todas las ideas anteriores, algunos creen que con mi usual respuesta estoy diciendo que: “Tengo mucho dinero, mis padres son unos alcahuetas, quiero una vida sin retos ni exigencias y, como no estudié música, esa decisión implica que renunciaré a mi carrera mientras encuentro algo mejor para ocupar mi tiempo o mientras me resulta una maestría en el exterior”.

Bien. Todo es entendible porque solemos vivir bajo el embrujo de la publicidad y asimilamos el mundo mediante la comparación, opinando antes de escuchar, dejándonos intimidar por la bonanza económica del otro. Todas esas inferencias son humillantes pero al ser inconscientes y nacidas del desconocimiento popular del oficio, no debieran ser recordadas con rencor; simplemente son un síntoma, una muestra de la educación que la mayoría recibió y de la sociedad en la que participamos, tanto como artesanos, aficionados o profesionales. Aun así, cuando explico que ese “pienso que ya me dedico a la música” representa una búsqueda del crecimiento espiritual por medio del hacer estético, una intención de mezclar cierta misión creadora (tal vez imaginaria), que incluye tanto literatura como intelectualidad, con una disciplina nacida de la constante exigencia personal, además de simbolizar una libre elección y un compromiso con aquello a lo cual aún le encuentro sentido, se me tilda de romántico, hablador y abstraído.
Acostumbran usar como argumento los más vergonzosos ejemplos y me aseguran que para triunfar en este país (… ¿y qué es “triunfar”? ¿y qué es “en este país”?) debo ser como J Balvin, Silvestre Dangond, Piso 21 o Ricardo Arjona, lo cual me enoja hasta el momento en el que, al preguntarles por lo que piensan de personas como Vinícius de Moraes, Georges Brassens, Enrique Santos Discépolo o Luis Alberto Spinetta y me dicen no conocer a alguno de estos seres, su ignorancia me enternece. Supongo que es parte del oficio saber que todos, en cuanto a arte se refiere, tienen fe en su opinión y que muy pocos dudarán de expresarla.

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