viernes, 18 de enero de 2013

Poca labia



Modestia, inteligencia, protocolo, prudencia o elegancia. Los motivos pueden ser tantos como personas dispuestas a expresarlos.
Alguien, en algún desafortunado momento, sugirió que hablar de fútbol, política o religión, en determinados espacios, era muestra de la pérdida de la decencia y del roce social. De esta manera, ante semejante propuesta que promovía las risas ligeras, el delicado consumo del fiambre y la más perfumada hipocresía nocturna, se deshiló el tiempo convencionalizándose tanto la ignorancia como la represión del impulso que insta al joven a conocer sobre política y religión, las cuales fueron igualadas a los sentires futboleros.
Así sea para hablar mal de ellas, así sea para despreciarlas, es necesario dialogar acerca de estas dos dimensiones del pensamiento humano; conocer al respecto y permearse de puntos de vista ajenos. Sino, de otro modo, pasa lo que actualmente ocurre: desentendimiento generalizado, sofocación, asfixia y una posterior putrefacción de las opiniones o creencias. Sépase que tal evasión quizá sea sugerida por quienes sueñan con un vetusto paraíso en macramé y viviendas dentro de segurísimos centros comerciales, donde solamente se dialogue a través de guiños y emoticonos :3

1 comentario:

  1. Resentimiento disfrazado de temor a la diferencia... o al revés. Excelente reflexión compañero poeta(o).

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